Anteayer me llegó el material técnico que necesito para ponerlo todo en marcha (mesa de mezclas y un micrófono de alta calidad). Y, creedme si os digo que tengo una sensación parecida al día que mamá me regaló el primer tocadiscos que tuve en mi vida. Era muy pequeñita, tenía unos 10 años. En casa las pasábamos magras para llegar a fin de mes. Podéis imaginar que, al ver el regalo, lo primero que pensé es que mamá había hecho un gran esfuerzo para comprármelo.
A partir de ese momento ya no dependería de la radio para escuchar música. Podría poner mi propia música. Tener tocadiscos implicaba cierta autonomía y sobre todo, implicaba poder elegir, decidir. De pequeña me grababa en todo momento. Premia el Rec del cassette y después me escuchaba para comprobar el resultado y mejorarlo una y otra vez. Una y otra vez. Os hablo también de cuándo tenía 10 o 11 años. Digamos que la deria me viene de lejos.
Hoy, después de escribiros y enviaros esta carta (ahora son las 18:19h, voy tarde!) me dispondré a montar el estudio. Ya lo tengo todo previsto. Luego vendrá la desesperación, el cable que no funciona, lo que no se configurar, el botón que se me ha olvidado apretar. Debo confeccionar el primer guión. Lo tengo en la cabeza pero lo escribiré. Escribo porque me gusta elegir las palabras para expresar las ideas y los mensajes que me rondan por la cabeza. Haré la primera prueba. El capítulo piloto. Lo que publicaremos una semana antes del 16 de abril a modo de next comming y declaración de intenciones. Ay qué nervios.
La semana pasada leí vuestros mensajes y os debo un directo. Aún no he puesto fecha porque he tenido una semana loca. He viajado a Madrid por motivos profesionales. Hasta dentro de un mes no creo que me dejen decir nada de esto. De momento, os adelanto que esta semana la vida, una vez más, me ha hecho un «regalazo» que hará que suba nuevamente a los escenarios. Y hasta aquí puedo leer.
Bien, no debo desviarme. Decía que leí vuestros mensajes y quería abordar uno que me llamó la atención porque es un tema que también me preocupa y es la salud vocal de los más pequeños. La persona en cuestión explicaba en su mensaje que «como maestra de música hace tiempo que me preocupa la voz de los niños, cada vez hay más niños y niñas disfónicos. Además observo que cada vez tienen más tensión corporal, por ejemplo tocan los instrumentos o golpean muy tensos y fuerte, cantan estirando mucho el cuello, escriben pulsando mucho con el lápiz…»
Existe una carencia en educación vocal (y corporal). Desde pequeños deberían educarnos pero esta no es nuestra realidad. Nuestro sistema educativo, a diferencia del anglosajón por ejemplo, no se caracteriza por fomentar la oralidad. Tampoco disponemos de asignaturas que nos capaciten para hacer un buen uso del instrumento y creen conciencia sobre el valor de la voz y la comunicación. Además, las nuevas tecnologías no están ayudando precisamente a la oralidad, o ésta es mi impresión.
Tengo también la sensación que se pierden las normas básicas de la conversación: respetar los turnos de palabra, y hacerlos respetar a los más pequeños (cuando yo era pequeña y hablaba a destiempo, el abuelo Juan me decía «están hablando… y no hacía falta que me dijera nada más), no elevar el tono por costumbre en cualquier, lugar, contexto o situación comunicativa.
El mundo está lleno de ruido, de contaminación acústica. Y el niño, como el adulto, se pelea con ese ejército de decibelios y nadie le dice que hay que hablar flojito, que no hace falta gritar, que le oyen igualmente aunque no grite. Y como nadie lo dice, aquí estamos, en una espiral de ruido. No nos damos cuenta, no, pero estamos dentro de un hervido de contaminación acústica delirante. Uno se percata aún más cuando tiene la suerte de visitar un lugar donde hay silencio y, para hablar, no es necesario levantar la voz. No quiero decir que sea ésta la razón de que cada vez haya más niños con disfonía. Pero seguro que todas las variables que he expuesto contribuyen con mayor o menor grado.
Cuando yo era pequeña había silencio. Lo podías escuchar. Y la gente se respetaba al hablar. Se escuchaban. ¿Recordái estas sensaciones? Yo sí. Las tengo muy presentes. Y las añoro. Mucho.
El 16 de abril de 2022 es el día mundial de la voz y ese día quiero hablar de las personas que pierden la voz y, con ella, la posibilidad de comunicarse. Así será el estreno mundial de «La voz cuenta» un podcast sobre la voz humana. ¿Me acompañaréis en esta aventura? Sois los primeros en saberlo. Bueno, para ser sincera, antes que vosotros lo expliqué a los de casa y sobre todo a mamá que es mi público más crítico. Pero sí, sois los primeros en saberlo.
De aquí al 16 tengo un trabajazo. De entrada, además de escribir y grabar los dos primeros episodios, debo preparar una batería de temas que iré tratando semana a semana porque que el podcast será semanal. Lo emitiré todos los sábados a las 07 de la mañana. Así que.. también a vosotros os va a tocar trabajar… ¿Qué temas os parecerían interesantes? Por temas no va a quedar. La voz da por mucho… Por cierto, ¿Os gusta el título? ¿Lo encontráis sugerente? «La voz cuenta»
¡Gracias de todo corazón por estar ahí!
Salud y paz.