De las muchas consultas que recibo, una de las más habituales proviene de padres, cuyos hijos tienen claro que quieren dedicarse a la música o a las artes escénicas.
Este hecho, a veces, genera inquietud a los padres y les crea incertidumbre porque es un mundo que desconocen y lo perciben como inseguro.
Y yo me pregunto, ¿hay algún trabajo seguro hoy? Y es más… ¿Tenemos la voluntad, como la tuvieron nuestros padres, de permanecer toda la vida en un mismo puesto de trabajo? Y, ¿no es cierto que como individuos lo que nos motiva y alienta hoy es crecer y progresar más que perpetuarnos en un puesto de trabajo o ámbito determinado de actuación?
Nunca me cansaré de decir que nosotros hemos podido soñar lo que queríamos ser y tomar decisiones sobre nuestro futuro profesional, a diferencia de nuestros padres y abuelos que ni se les pasó por la cabeza pensar «qué querían ser de mayores»… Suficiente trabajo tenían con llevar un sueldo a casa y llegar a fin de mes
(estoy pensando que si algún joven me lee, no entenderá de qué hablo cuando digo la expresión «llegar a fin de mes»)
Nadie debe estropear nuestros sueños. Ni siquiera la incertidumbre. Todos tenemos sueños, y nuestra obligación es luchar y cumplirlos. No deben darnos miedo.
En estas consultas casi siempre aparece el miedo del miedo… «Es que no sé si lo conseguiré» «no sé si podré llegar a hacerme un sitio». Los únicos límites que existen son los que nos ponemos nosotros mismos. Cuando conseguimos algo por lo que hemos estado luchando, nos damos cuenta de que lo único que necesitábamos era trabajar, invertir horas y hacerlo lo mejor posible.
Es cierto que hay mucho talento y personas que se forman y hacen las cosas bien hechas y los sueños por cumplir se quedan por el camino. Sin embargo, esto no es patrimonio exclusivo, de músicos, actores, bailarines o cantantes. No nos engañemos. Hay miles de graduados en otras disciplinas que tampoco lo logran. Muchos de ellos, por cierto, se marchan fuera a trabajar en buscar de las oportunidades laborales y profesionales que aquí no tienen y que, lógicamente, desean que estén a la altura de su formación y preparación.
Estos jóvenes sienten que encaminan sus vidas hacia un ámbito – el de la música, el canto y la interpretación -, que se percibe como «poco normal». Lo que antes llamaban «el mundo de la farándula».
(Con expresiones tan instauradas, y nada acertadas, como esta para definir el colectivo de las artes escénicas, no me extraña que más de un padre o madre no las tenga todas)
Estos del «mundo de la farándula» son personas preparadas, formadas y capacitadas para hacer un trabajo extremadamente complejo. Un trabajo que fomenta valores como la disciplina, el rigor, el compromiso, la exigencia y el esfuerzo. Y, si los fomenta es porque sin estos valores es imposible realizar este trabajo. Al menos, hacerla bien hecha.
En estas conversaciones, me gusta mirar los ojos de los hijos (primero siempre hablan los padres, claro) y dirigirme a ellos, interpelarles, sacudirles, alentarles e invitarles a luchar por aquello que aman. Porque, si lo hacen, si son valientes, no les importará llegar o no. El trayecto habrá merecido tanto la pena que el destino perderá toda la importancia que ahora tiene.
Es como hacer El Camino. Te pasas 900 kilómetros deseando llegar a Santiago y, cuando llegas, lo único que quieres es seguir caminando y ruegas para que el camino nunca se acabe.
Caminad, jóvenes. Formaos y disfrutard haciéndolo. Ahora, nada es más importante.
Salud y paz