Habemus cuenta

Dios existe. Se llama Daniel y trabaja en Instagram.

¡Sí! Daniel logró «deshackear» la cuenta de nina_academia en Instagram y estamos felices de haber recuperado los contenidos y la interacción con los casi 18.000 seguidores.

El pasado viernes no me imaginaba poder dar hoy esta noticia. Para ser sincera, había dado totalmente por perdida la cuenta… «Mujer de poca fe», diría mi madre…

(Le preguntaré a Daniel si maneja también  programas de gestión de newsletter. Hoy ha caído el sistema. He aquí que vaya tarde en enviarla)

Y ahora que (digitalmente) tenemos la casa ordenada, hoy sí, me gustaría abordar el tema de la tensión corporal en el canto. Más bien, deberíamos decir «la tensión corporal en la voz» porque tanto el habla como el canto son acciones exigentes desde el punto de vista motriz, especialmente con respecto al grado de coordinación que requiere (cuando hablamos o cantamos) la activación ciertos músculos y la inhibición de otros.

Esta isolación de la musculatura se da, previa orden nerviosa, de forma automática y natural cuando nuestra condición física es óptima. No es necesario prepararse para ir a una olimpiada, pero será necesaria una cierta buena forma física y una musculatura despierta, es decir, fuerte y flexible a la vez. Cuando se dan estas condiciones la isolación (activación/inhibición) comienza a ser posible sin encontrar resistencias.

Si este escenario no se da, si nuestra forma física no nos permite (por más orden nerviosa que enviemos) activar una musculatura concreta e inhibir otra, aparecerán mecanismos de compensación.

¿Y te preguntarás por qué ocurre esto? Hace años que me lo pregunto y que lo observo en los cuerpos de las personas que entreno. El mecanismo de compensación  nos ayuda a realizar aquella acción motriz que por las razones que sea no podemos realizar: por falta de tono muscular, falta de fuerza o bien porque estamos sometiendo el cuerpo (y la voz) a una acción repetitiva en el tiempo para la que no estamos preparados, lo que en muchos casos hace que entremos en una espiral de sobreesfuerzo.

Un ejemplo claro es el maestro que somete su voz a una exigencia extrema:

1. El maestro utiliza su voz en condiciones ambientales muy adversas. Lucha con un ejército de decibelios producidos por un aula de alumnos que no callan, por el ruido del aire acondicionado o el ruido que proviene de la calle y otros espacios.

2. El maestro debe hablar durante muchas horas, a veces muchas más de las que duerme. Cuando debería estar al revés.

3. El maestro lleva a cabo una tarea comunicativa exigente, la de transmitir el conocimiento y asegurarse de que los alumnos entienden el mensaje y prestan atención, todo un reto a alcanzar actualmente.

El descanso, una alimentación sana y una forma física óptima son los tres elementos que pueden contribuir a hacer frente a esta exigencia con mayores garantías de éxito. Y cuando digo éxito me refiero a desarrollar la labor comunicativa en un marco de salud.

En el canto se produce una asociación entre «cantar» (sobre todo en las notas agudas) y «sobreesfuerzo». Y, en cambio, todo lo que hacemos con la voz no lo hacemos por la fuerza, sino por la biomecánica. Entender la mecánica de la voz contribuye enormemente a deshacer patrones erróneos, hábitos poco saludables y, en definitiva, mecanismos de compensación que se instauran lentamente y progresivamente hasta interiorizarlos como «normales», sin embargo, no lo son.

Este es un ámbito apasionante, sobre todo cuando ves cómo pequeños ejercicios y prácticas sitúan a la persona en una zona de confort en la cual es capaz de hacer voz con comodidad. Hablar horas y hombres es muy cansado. Cantar con tensión es muy cansado. Conocer y entender el instrumento sobre la base de un cuerpo fuerte y flexible es garantía de voz saludable y comunicación eficiente.

¡Que tengáis muy buena semana!


Salud y paz

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