En un artículo científico que desvela los mecanismos a través de los cuales el cerebro interpreta las señales de amenazas y las convierte en miedo, leo que «La percepción de las amenazas es esencial para la supervivencia».
El miedo es un mecanismo de defensa y la reacción fisiológica que desencadena es la paralización. El miedo nos paraliza, por suerte, ante un peligro real, pero no nos hace ningún favor ante un peligro imaginario, ante «el miedo al miedo», el miedo a lo que puede pasar y que todavía no ha pasado y que quizá (y muy probablemente) no acabará pasando.
Esta semana, Maria hizo una clase de valoración de canto. En los últimos 15 minutos consiguió darle una patada al miedo y sacar el sonido que su laringe es capaz de producir. El momentazo llegó cuando se demostró a sí misma que puede cantar y que no debe esconderse, que es básicamente lo que lleva haciendo durante años por miedo a no sabe muy bien de qué.
Siempre es emocionante observar el proceso que realiza la persona que viene a una clase de valoración en tan solo 55 minutos.
1. Justificación continúa cuando algo no sale
2. Se hace el silencio y se inicia un estado de concentración
3. Llega el pequeño reto conquistado y con él el empoderamiento
4. Aparecen el alivio y la felicidad de comprobar que entiendes un fenómeno complejo como la voz, hecho te da un cierto control y libertad al cantar.
El miedo es una emoción necesaria y muy útil para que no te atropellen al cruzar el paso de peatones (si, ya sé que precisamente en un paso de peatones deberíamos poder cruzar sin miedo a ser atropellados, pues eso, deberíamos…) Pero, «el miedo al miedo» es un estorbo que dificulta la acción y cantar es, sobre todo, acción.
¡Feliz semana!
Salud y paz.