Desnudarse

El pasado viernes, después de enviar la carta semanal, me dispuse a escribir la idea central del episodio 16 de TU VOZ TU ÉXITO que debía grabar y publicar al día siguiente.

Siete minutos de episodio que escribí de un tirón. Normalmente, cuando escribo, rectifico mucho (demasiado) y eso no me permite adelantar todo lo rápido que quisiera. Una vez he terminado de escribir, si voy bien de tiempo, dejo reposar el texto y al día siguiente le doy un vistazo para terminar modificando un montón de cosas.

De ese episodio no rectifiqué nada. El cerebro cogió tal velocidad que los dedos no daban abasto delizándose por el teclado. Escribía desde un lugar donde no necesitaba crear ningún artificio que me ayudara a expresar lo que pretendía. Los sentimientos y sensaciones que describo en el episodio hace años que conviven en mi y me han obligado a reflexionar, observar y analizar mi voz en los últimos 11 años.

Mantengo un diálogo constante con mi voz que se ha intensificado especialmente desde que supe que iba a subirme de nuevo al escenario con Los Puentes de Madison. Hemos llegado a un acuerdo. Hemos aceptado este reto vocal para disfrutarlo y hacer disfrutar a quienes vayan a ver y escuchar esta maravillosa partitura y sobrecogedora historia. Hemos entendido que una oportunidad como esta solo se presenta en la vida una vez… o ninguna.

No ha sido difícil ponernos de acuerdo. Mi voz y yo somos una pareja de hecho muy bien avenida. En nuestras conversaciones durante todos estos meses han salido los temas recurrentes que a menudo nos ocupan y preocupan: alimentación, actividad física, sueño, horas de ensayo, uso de continuado y exigente de la voz. Y las incógnitas, o variables, que no dependen directamente de nosotras y sobre las que a menudo no podemos actuar: el diseño y equipo de sonido, las condiciones acústicas y ambientales del espacio donde pasaremos horas y horas y con las que deberemos trabajar.

Os dejo el extracto del guion con la idea central que quise abordar. El envejecimiento en la voz.

«Tengo cincuenta y cinco años. A los cuarenta y cuatro una intervención quirúrgica me ocasionó la menopausia anticipada y un envejecimiento prematuro que se hizo visible en la piel, el cabello y, sobre todo, en la voz. Desde entonces he aprendido a vivir con la sensación de «perder la voz». O eso es lo que yo creía que sucedía. Con el tiempo, me he dado cuenta de que no la pierdo, sino que envejece como lo hace el resto del cuerpo, razón de más por cuidarla.

Esta primera semana de ensayos, no diré que he llorado, pero me he emocionado en muchos momentos. La he sentido como una campeona, disfrutando de cada nota, de cada error, de cada acierto. La he notado segura de sí misma, con el peso y madurez que nos han otorgado los años. La he sentido libre, juguetona y feliz. Y me he alegrado mucho por ella. Y por mí.

Pienso disfrutar de Los Puentes de Madison como nunca he disfrutado haciendo este oficio que tanto amo. Y, si este fuera mi último musical, siempre podré decir que lo hice a todo gas para situarme donde a mí me gusta, en la zona de peligro, allí donde el riesgo te acecha, donde te sientes verdaderamente vivo.

Es en este estado que la voz fluye, viaja, traspasa y se desprende de cualquier miedo absurdo que pretenda arruinarte la fiesta.»

Tenía la intuición que merecería la pena desnudarse y así ha sido. Después de publicar el episodio me empezaron a llover mensajes preciosos, de un enorme valor.

«Me has inspirado mucho. A partir de hoy te prometo que yo también hablaré todos los días con mi voz».

¡Feliz semana!

Salud y paz.

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